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 ETAPAS DE DESARROLLO DE IMPA

1° Etapa: EMPRESA PRIVADA (1928 – 1944)

IMPA surgió por la asociación sucesiva de diferentes empresas: así, a fines de los años ‘20, José Mario Sueiro y Roberto Lienau, formaron “Lienau y Cía.”, un pequeño taller en la calle Querandíes, denominado Fábrica Nacional de Envases de Estaño; en 1940, se creó “Lienau, Sueiro y Grech S.R.L.”, Fábrica de Envases de Estaño; y finalmente tomó su nombre definitivo, “IMPA S.A.”, Industria Metalúrgica y Plástica Argentina, en 1941.
Esta es la etapa de mayor desarrollo productivo y experimentación: pasó de ser una empresa productora de envases de estaño a construir aviones y proveer de materiales al ejército, sin descuidar la producción de bienes civiles para el mercado interno. A la vez, en este período, los conflictos laborales estuvieron presentes, teniendo su pico en la Huelga Metalúrgica de 1942.
En la década de 1930, la crisis económica mundial desatada por el crack de Wall Street, junto con el llamado proceso de “sustitución de importaciones”, abrieron la posibilidad a que se desarrollaran industrias locales. IMPA dividió su producción en dos ramas: bienes de consumo (botones, pomos, envases para cosméticos, bicicletas, entre otros); y bienes militares (caramañolas, bombas, cartuchos y otros productos similares).
La importancia de esta empresa se aprecia en su crecimiento: en 15 años pasó de tener 20 obreros a 4000 en cuatro sedes: Almagro, Ciudadela (depósito; logística), Quilmes y San Martín.  En Almagro se estableció una Escuela-Fábrica, mientras se siguió trabajando en fundición no ferrosa para el mercado interno. Sus clientes fueron de todo tamaño; unos 8000, desde comercios de cotillón, hasta Colgate, Odol, Bayer, Bonafide, Aerolíneas Argentinas. Justamente, en Quilmes, se realizó un proyecto de desarrollo aeronáutico -antes del Pulqui y luego integrado a él- y, al mismo tiempo, en San Martín se produjeron armamentos para el ejército.
Esta expansión explica el lema “Una industria al servicio de la Patria”, dado que los militares del gobierno de 1943 se interesaban por el desarrollo de industrias pesadas y estratégicas. No resulta extraño, entonces, que Perón visitara IMPA en 1943, a los pocos días de haber asumido el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión,  junto con el presidente de la UIA; y luego con Eva Perón, en 1944.  También es de interés señalar que la empresa poseía consultorios médicos y odontológicos en la sede central y un comedor con menúes variados y gratuitos, así como era gratuita la provisión de medicamentos al personal, aún antes de las leyes del peronismo.

2° Etapa: EMPRESA ESTATAL (1945 – 1960)

En estos años se produjo en IMPA un quiebre con respecto al ciclo anterior, en función de dos cuestiones: la empresa dejó de ser propiedad privada y se cerró el período de experimentación tecnológica que había caracterizado a la fábrica bajo la dirección del Ing. José Mario Sueiro.
Con respecto al primer punto, el gobierno nacional llevó adelante entre 1945–1946, la expropiación y nacionalización de IMPA por motivos estratégicos. La importancia de la producción de IMPA, a la vez que la acusación internacional de “espía nazi” que recaía sobre Fritz Mandl -un nuevo accionista que había comprado el 50% de la fábrica a la viuda de Roberto Lienau, primer socio del Ing. Sueiro- hicieron que el presidente Juan Domingo Perón nacionalizara la empresa, declarándola de “utilidad pública” y poniéndola bajo la órbita de control de la Junta de Vigilancia y Disposición Final de la Propiedad Enemiga. Estados Unidos se proponía hegemonizar bajo su mando a las industrias de valor agregado y estratégicas del continente americano y el gobierno argentino pretendía lograr cierto desarrollo autónomo. Con ese fin, el peronismo creó la Dirección Nacional de Empresas del Estado (DINIE), de la cual IMPA pasó a formar parte el 31 de enero de 1950.
En cuanto a la segunda cuestión, si bien el gobierno designó a José Mario Sueiro como Administrador General, no hubo progresos en las experimentaciones aeronáuticas y militares debido a que el Estado desarrollaba sus producciones a través de otros organismos, como por ejemplo “Fabricaciones Militares”. Asimismo, la llegada de técnicos alemanes, que se instalaron en la provincia de Córdoba, con novedades tecnológicas de última generación, cambió las prioridades. Se cerraron así IMPA Quilmes (1947) e IMPA San Martín (1948). Sólo continuó activa la sede de IMPA Querandíes produciendo bienes (aluminio, bicicletas, pomos) para el mercado de consumo interno.
Tal desguace afectó a IMPA, que además siempre se había movido bajo la orientación del Ing. Sueiro. La organización de la empresa se vio afectada, además, por la expulsión del segundo hombre de IMPA, Félix Bardecci, quien se negó a afiliarse al Partido Justicialista. La intervención de la empresa fue fallida y, en octubre de 1946, Sueiro fue llamado para mantenerla activa, con un salario y un cargo directivo en relación de dependencia. Su mérito fue reorganizarla y mantenerla en pie, hasta que pudo ser colocada dentro de la DINIE, ya sin él en el cargo.
Dentro de la DINIE produjo bienes para el mercado interno -por ejemplo la bicicleta “Ñandú”- hasta el cambio de gobierno con el golpe militar de 1955 que liberalizó la economía y produjo la desarticulación del conglomerado estatal de empresas del grupo DINIE. El proceso que comenzó en 1955 llevó a IMPA, otra vez amenazada de extinción, a la tercera etapa.







3° Etapa: COOPERATIVA (1961 – 1997)

El gobierno de Arturo Frondizi reestructuró las empresas públicas a comienzos de la década del ‘60, basado en un diagnóstico del Fondo Monetario Internacional y avalado por los economistas locales Alsogaray y Alemann. De acuerdo con este programa, se privatizaron grandes empresas y el grupo DINIE. En 1961, se decretó el cierre de IMPA, medida que no pudo concretarse gracias a resistencia de los trabajadores y de las trabajadoras, quienes lograron salvar la fábrica transformándola en cooperativa: “IMPA Cooperativa Limitada de Trabajo y Consumo”. Fue el único caso de una empresa del grupo DINIE que subsistió sin volver a sus dueños originales. No obstante la conquista de la continuidad de la fábrica, la lucha del grupo trabajador se frustró por la paulatina instauración de una cadena de mandos verticalista que fue desvirtuando la naturaleza cooperativa.
Si bien se evitó el cierre,  la empresa -ya sin su patrón y dueño original, sin la protección estatal, sumida en una marea político-económica de corte liberal durante buena parte de los años 60, de fines del 75 hasta fines del 83 y en la década del 90- no logró recuperar la clientela ni la producción de sus inicios. Asimismo, la creación de Aluar, empresa mixta de producción de aluminio, le significó una competencia monumental. En este contexto, y viniendo de “manos fuertes” (el fundador Sueiro, el Estado), no resultó extraño que se asentara el control fabril en pocas manos.
También debe señalarse que IMPA participó de las luchas políticas y sindicales de aquellos años y sufrió el silencio y la represión de los más oscuros. Los cambios económicos del país en esas décadas produjeron distintos resultados. Por un lado, IMPA fue distinguida con menciones empresariales en los años ‘70, sin embargo, a fines de los ‘80 y durante los ‘90, sufrió una crisis productiva y un vaciamiento que derivaron en la convocatoria de acreedores en 1997.
En 1997, la empresa ya tenía un desarrollo cooperativo, aunque formal en parte. En realidad lo que se “socializaba” eran las pérdidas, pues los obreros y las obreras apenas podían retirar vales para comer un poco y concurrir al trabajo. Sin embargo, no había patrón. El contexto macroeconómico era privatista en extremo y generaba alta desocupación. Al mismo tiempo, la Comisión Directiva produjo un vaciamiento que culminaría en una declaración de quiebra. En este extremo panorama, los trabajadores y las trabajadoras tomaron la palabra… o la planta. Es decir, ambas cosas.

4° Etapa: EMPRESA RECUPERADA (1998 – hasta hoy)

El 22 de mayo de 1998, las personas que trabajaban en IMPA lograron conformar una nueva cooperativa para superar el vaciamiento anterior y llevar adelante la fábrica. Este logro no fue sencillo: requirió de la decisión de los trabajadores y las trabajadoras, quienes durante aquellos años fueron reuniéndose y organizándose para no perder el trabajo, en un contexto de desindustrialización del país y en el que la recesión de fines de los ‘90 hacía notar sus efectos. La recuperación de IMPA fue producto de una asociación entre el grupo de personas que allí trabajaban, la militancia política y gremial, así como por la llegada de ciertos actores sociales que fueron capaces de dar batalla en el plano legal y político.

Resulta significativo que el préstamo del padre de uno de los recién llegados a IMPA, proveniente de la militancia, permitiera recomenzar la producción luego de recuperar la fábrica. Los parientes, amigos, vecinos y vecinas, e incluso algunos clientes, ayudaron en la reapertura. Hubo que luchar contra el miedo y el pesimismo; contra la policía y el frío;  contra el Banco Central y la compañía de electricidad, así como con otras grandes empresas que no querían que el ejemplo cundiera. Fue día a día. Y fueron años. 
De esa manera, la consigna “Ocupar, Resistir, Producir”,  impulsada por los trabajadores y las trabajadoras de IMPA, se convirtió en un método de acción social, político y ético, que fue modelo a seguir por otras empresas recuperadas a posteriori. Este rasgo, característico de IMPA, vinculado con la formación, la transmisión de la experiencia y la creación de un nuevo método de lucha, llevó a que la fábrica también fuera pionera en la construcción del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) en 2001.
El esfuerzo realizado contribuyó a que IMPA echara raíces, vinculándose con la comunidad a la que pertenece, a través no solo de la producción de bienes para el mercado, sino también como productora de cultura, educación, salud, por medio de los espacios abiertos en su sede transformados para estos nuevos fines y usos.
Frecuentemente, IMPA abrió sus puertas a distintas actividades comunitarias, organizando encuentros, ferias, puestas teatrales, fotográficas, entre otras actividades expresivas que hoy continúan. En 1999, se incorporó el Centro Cultural; en 2004, el Bachillerato Popular; en 2010, la Universidad de los Trabajadores; y, en 2012, el Museo IMPA. Estas iniciativas y la participación que tuvieron que tuvieron diariamente los trabajadores y las trabajadoras de la empresa recuperada, dentro y fuera de ella, apoyando a otros grupos sociales que luchan por sus derechos, muestran la vitalidad de IMPA. Junto con las personas dedicadas a la producción, principales actores de su rescate, hoy día circulan por ella docentes; alumnos y alumnas;  artistas; simpatizantes, que coinciden en que IMPA es “importante” para sus vidas y para la comunidad

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